Música al
Natural
La tierra pautada
de surcos
oía los granos
caer.
De aquel ritmo sencillo
y profundo
melódicamente los árboles
pusieron su danza
a mecer.
Carlos Pellicer
El surrealismo,
una alianza entre
la pintura y la danza, entre las
artes plásticas y la música. El punto de
partida donde se generan
cambios profundos de percepción, la explicación
del pensamiento sin la
intervención de la razón, traslada y
revela imágenes de las
estrechas y secretas
relaciones de lo real
con lo fantástico, hurga en los
sueños, aquellos de la infancia, bálsamos de
supervivencia en el corto camino
de la vida.
Y, ¿Cómo saber
que hay
vida? En el canto de
la Primavera, en
el sonido de
las hojas del Jinicuil cuando el
viento del norte le
sorprende, en la voz de
la tormenta cuando invoca a
las majestuosas nubes
negras, en el silbido
del Bambú, afinado y
puro en su
discreto concierto.
Elementos
naturales que en
la obra de Blanca
Vargas realzan su valor estético. Asida al
surrealismo, nos entrega su propuesta
al óleo. Lienzos con paisajes
comunes transfigurados en fantásticos
sueños con el delicado ritmo
con que la
misma naturaleza se viste; orquestan sonidos de
un sublime adagio o
un improvisado Jazz.
El
elemento reflexivo de
la obra es mitad
Vargas y mitad Pasión, sincretismo armónico de
elocuencia y sencillez, de
intensidad y atrevimiento, testimonio de
talento y madurez.
Decía
Baudelaire:
La
naturaleza es un
verbo, una alegoría, un
modelo. La imaginación es la
más científica de nuestras
facultades, porque sólo
ella es capaz
de comprender la analogía
universal.
La música,
la vida, la
muerte, los sueños,
lo real, lo
imaginativo, la naturaleza, son
convertidos en tintas y
pastas de colores que en
la paleta de
Blanca Vargas transforman el
temido lienzo blanco en una
dichosa obra de arte.
Y un flautín en
la tarde
que enriquece
invisibles amarillos
y el piano de
rumores entre un
rugido y otro,
y el
silencio
que dirige la
orquesta de la selva.
Carlos Pellicer.
Kory Hernández
Hernández.
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