Entre Columnas
Desencuentros por
resolver: EZLN y AMLO (Parte I).
Martín Quitano Martínez
twitter:
@mquim1962
¿Qué tan lejos estamos de estar cerca?
Acción poética Escobar
Los encuentros han forjado
desencuentros. No se atisban oportunidades para creer que el EZLN y AMLO y su
4T acuerden espacios de discusión pública en un ambiente terso, en los que dos
posiciones que se asumen desde la izquierda puedan construir de forma
conciliada y conjunta las oportunidades que se requieren en el país; la
historia ha mostrado más diferencias que coincidencias.
Ambos dirigentes se han
pronunciado contra el neoliberalismo. El EZLN irrumpe en el escenario nacional justo
cuando desde el poder salinista se festejaba nuestro arribo al primer mundo, inaugurando
una confrontación histórica contra el neoliberalismo, una bofetada de realidad
proveniente de los lugares profundos de un México inexistente para la lógica
del poder, cuyo icónico representante era paradójicamente presentado como
producto de la modernidad, enlazada al mayor de los abandonos.
El olvido histórico de los
pueblos originarios se rebelaba frente al mundo, construyendo imaginarios
alternativos no solo en México sino mucho más allá de sus fronteras. Allí donde
el olvido se había consolidado como forma de vida, surgieron los gritos de una
inconformidad que exigía que se abrieran las puertas del reconocimiento de la
existencia de los excluidos de siempre y también ahora, del proyecto que
regocijaba a las élites neoliberales.
Corría el año de 1994, pero desde
1983, en la esquina más olvidada del país, la selva lacandona, se fraguaron las
exigencias de movimientos indígenas que reclamaban nuevas formas de pensar y
hacer un nuevo proyecto de país, que atravesaba por reconocerlos y reconocer
los justos reclamos y las posibilidades de nuevas formas de relación para con
las comunidades rurales indígenas.
En una ruta de eventos
velozmente mediatizados, las Declaraciones de la Selva Lacandona, los
comunicados del “Sub Marcos”, los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, visitantes
y medios de todo el mundo, la Marcha zapatistas hacia la ciudad de México, pautaban los ritmos de una guerra que duraba
poco en lo militar pero que se fortaleció como justa en el marco de un reclamo
apoyado por las oposiciones a un régimen que, soberbio en su ruta
modernizadora, ni veía ni oía.
En una ruta del tiempo paralela,
desde dentro del poder político existente, surge el descontento político y
social, también de esa confronta provocada por el avasallante arribo de los
neoliberales a los puestos públicos y su lógica expoliadora, derivando en un
movimiento político electoral que proponía posibilidades políticas de visiones
distintas del país que se quería, en el que confluyeron desde convencidos de la
izquierda mexicana hasta desilusionados del nacionalismo revolucionario.
El movimiento emanado el 6 de
julio del 88, además de los impactos negativos y formas de un modelo económico
excluyente, discute también los rumbos para la construcción de una democracia
que no fuera la continuidad de una simulación, sino la apertura de vías
creíbles para la manifestación política y el acceso a los gobiernos.
En ello se muestra el empeño
de ideales y reclamos que llaman a construir una nueva nación, con la
conformación de un polo político que asume los retos de un rompimiento y la
construcción de una izquierda abierta a la discusión ampliamente convocante,
que rescata los reclamos de justicia, el reconocimiento por los derechos
humanos, la diversidad y la posibilidad de contar con una patria para todos.
Aún con orígenes diversos,
ambas visiones, ambas demandas del EZLN y el PRD como la conformación política
más fuerte de la izquierda de los 90’s), parecían ser compatibles en buena
parte de sus diagnósticos y estrategias, lo que invitaba de manera natural a
conservarse en sus diferencias, pero a fortalecerse al compartir una ruta de
lucha contra el poder establecido.
Es así que en caminos
paralelos se entrecruzan desencuentros. El EZLN y el PRD coinciden en puntos y
aspiraciones que parecen diluirse en el tiempo, en momentos de definiciones que
los zapatistas asumen como claudicaciones o traiciones ante decisiones
perredistas.
La posibilidad de sumar y
multiplicar en lugar de restar y dividir se fue malogrando cuando se enaltecen
los egos, se desdibujan las coincidencias y se pierden las prioridades en la
discusión de las formas, en el cómo se enfrentaban las condiciones del país,
conduciendo a un rompimiento programático y a la descalificación del otro.
La ruptura mayor deviene en el
2001 cuando el PRD teniendo como figura central a Andrés Manuel López Obrador,
aprueba las reformas constitucionales para reconocer los derechos y cultura de
los pueblos indígenas, sin incluir los reclamos zapatistas del derecho a la
autonomía y al autogobierno contenidos en los acuerdos de San Andrés.
Las oportunidades de
reconciliación se malograron entre esa izquierda partidaria que proponía la
lucha electoral y un zapatismo que, convencido de la pureza de su lucha, no
veía con buenos ojos la figura ascendente de AMLO, encabezando las campañas
electorales del 2006 y el 2012, boicoteadas desde el poder con todos los medios
disponibles para contener el avance impetuoso del necio liderazgo, reconocido
por amplios sectores sociales.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Sin retribución por sus servicios ambientales, al Pico de Orizaba solo
le queda en total riesgo por el cambio climático el Glaciar Jamapa, uno de sus
5 glaciares originales.
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