Entre Columnas
El valor de la centena.
Martín Quitano
Martínez
twitter:
@mquim1962
Al gobernar aprendí a pasar de la ética de los principios
a la ética de las responsabilidades.
Felipe González
A 100 días de haber iniciado,
el desempeño del ejercicio de gobierno del Presidente de la República supera el
75 por ciento de aprobación. La confianza en él es muy alta, las expectativas sobre
el cambio continúan mayoritariamente positivas, las acciones realizadas desde
su administración son altamente valoradas, las encuestas no dejan dudas con los
datos que arrojan, con excepciones como las relacionadas con la discusión sobre
las estancias infantiles y los centros de refugio contra la violencia a las
mujeres.
El presidente sigue caminando
rápido rompiendo modelos y formas que le son mayormente aplaudidas; los
símbolos que marcaban distancia entre el gobernante y el pueblo son hechos
añicos por un presidente convencido de que sus pasos encaminan al país a esa transformación
que prometió. Los inconformes con los cambios, o los que discrepan de la forma
de imponerlos, no le hacen mella.
La autollamada cuarta
transformación será un hito de la historia de México, porque frente al modelo
neoliberal y conservador imperante, se opone la lucha justa del pueblo agotado.
El mensaje es contundente, la forma de comunicarlo lo es más y cae en un nicho
propicio de hartazgos sociales que demandan acabar con esas formas que permitieron
o apuntalaron el saqueo público, la entronización de la corrupción y la
impunidad.
El presidente imbatible, sin
confronta ni contrapesos mayores, pasa sus primeros 100 días de gobierno en
medio de los opositores que se reducen ante el respaldo que amplios sectores le
manifiestan y su evidente dislocamiento. El optimismo frente a los nuevos
quehaceres públicos se oponen a las preocupaciones o francos pesimismos de
expertos, comentaristas o analistas críticos que señalan la crisis que vendrá,
que no observan planteamientos serios en los actuares públicos, que señalan
gestos presidenciales que les preocupan.
Pese a los errores que se
puedan señalar, pese a los desaciertos evidentes en los gobiernos estatales de
su misma filia política, en los gobiernos municipales que han mostrado ignorancia
o debilidad, la ola del optimismo social le hace frente a las dificultades, se
muestra dominante, manteniendo la esperanza en el liderazgo presidencial.
La fortaleza del presidente
está allí, notoria, omniabarcante. Si sus subordinados generan debate por inferencia de incapacidad
o si el ejercicio de varias áreas de gobierno provoca incertidumbre, si la inseguridad
es aterradora, si los mercados financieros se preocupan y la economía no
perfila bien para muchos que señalan debilidades, a todo ello se oponen las
positivas expectativas que la figura presidencial genera.
El dicho del presidente es
definitivo, se equivocan quienes piensan que a México le irá mal, lo reafirma porque
en la seguridad del éxito se aglutina la mayoría que con su voto manifestó que
lo anterior ya no podía continuar. Por el bien de todos, esperemos ser testigos
y acompañantes, desde la posición que nos toque, de que se consolide ese país con
justicia al que muchos aspiramos, donde se combata la pobreza y la corrupción, con
instituciones fuertes y solventes, un país que reivindique la pluralidad, la
diversidad, la tolerancia y los derechos humanos, que se asegure la democracia
y se contenga todo viso autoritario a partir del reconocimiento y respeto a la
libertades que tanto nos han costado.
DE LA BITÁCORA DE LA
TÍA QUETA
500 hectáreas de dolor ambiental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario